Entre los numerosos objetivos marcados por los socios del proyecto LIFE AMDRYC4 se encuentra la puesta en marcha de medidas de adaptación al cambio climático en la agricultura de secano basadas en la recuperación de ecosistemas, y la mejora del capital natural y la biodiversidad, para generar agrosistemas productivos y resilientes al cambio climático. Se busca así revertir una situación de problemáticas que se retroalimentan positivamente, como un mayor impacto del cambio climático, abandono de tierras de cultivo, o pérdida de suelos por erosión, utilizando como solución la diversificación de los hábitats agrarios, el fomento de la biodiversidad y la funcionalidad desde el punto de vista productivo y ecológico.
A través de la acción C3, actuaciones de adaptación basada en los ecosistemas naturales asociados a explotaciones agrícolas de secano en áreas afectadas por el cambio climático, se han realizado actuaciones en 17 hectáreas en fincas agrícolas de almendro en Nogalte y Corvera, que abarcan desde reintroducciones de islas de vegetación en zonas de alta pendiente para frenar la erosión, a siembras de cereal y leguminosas para abonado en verde como medida para proteger los suelos y generar fertilizante orgánico.
Tras las labores realizadas, el suelo desnudo en las zonas de alta pendiente ha dado lugar a un ecosistema conformado por espartos (Stipa tenacissima), coscojas (Quercus coccifera), espino negro (Rhamnus lycioides), albaidas (Anthyllis cytisoides), algarrobos (Ceratonia siliqua), acebuches (Olea oleaster) y belcho (Ephedra fragilis), entre otros.
También se han realizado plantaciones entre líneas de cultivo, utilizando casi 4.400 plantas de Dorycnium pentaphyllum, Coronilla juncea o Anthyllis cytisoides, que sirven de márgenes funcionales para el cultivo, y que reflejan signos positivos de retención de agua, de freno de la erosión y hospedaje de polinizadores y fauna beneficiosa para el cultivo del almendro.
Como parte de estas actuaciones, los resultados se observan anualmente con el trabajo de abonado en verde, que se realiza anualmente con la siembra y enterrado de semillas de cebada, avena, yeros y veza, en cantidades de entre 80 – 160 kg/ha, que protege el suelo, controla la erosión y evita la proliferación de malezas.
Gracias a este enfoque de agrosistema diverso, se logrará revertir la situación inicial, ya que un sistema mejor adaptado al cambio climático, es sinónimo de un ecosistema productivo, menos proclive a ser abandonado y a ser fuente de empleo en el medio rural, que frene la erosión y degradación de los suelos, y que por tanto, a través de esta vegetación, se secuestre CO2 de la atmósfera y se retenga el carbono en suelos, contribuyendo así en la lucha frente al cambio climático.